LOS ÚLTIMOS DE LA FILA
De violeta y oro comienza Patricia a bailar por cantiñas. El escenario del teatro Alhambra impone respeto. El público expectante, todos flamencos, todos los seguidores, todos con lupa, impone respeto. Su propio programa, un ambicioso Corazón flamenco del Albayzín, en el que se desea homenajear a la peña de La Platería en su sesenta aniversario, y al barrio flamenco y moro en general, impone respeto. La bailaora, consciente de todo ello, lleva el baile a su terreno y borda lo que mil veces ha ensayado, con algunos pasos sobresalientes. Se rodea de un cuadro de excepción, en su mayoría gitanos. Es una noche especial. Juan Pinilla conoce también el juego y también muestra sus cartas. Apuesta alto, pero no va de farol. Arriesga hasta el límite. Tiene claro su norte, ofreciendo un recital comprometido, poético y melodioso. Hay quien espera a un Pinilla más flamenco, más puro. Pero, yo les digo que es el Pinilla más honesto y el más coherente con sus ideas, sus maestros y el flamenco actual.
Por tonás entra al escenario. La toná Chica y la de Tomás Pabón, en donde adapta un texto de Nietszche y un poema propio, con aires de Petenera, dedicado a Charico (cantaor de Granada, tristemente fallecido), que dan pie a las seguiriyas al estilo de Cádiz y Los Puertos, para rematar por cabales. Guerrero hace su segunda aparición por soleá y bulerías. Cautiva por su profundidad y reflexión. Es una soleá antológica, aunque le falta un poco más de seguridad.
Luis Mariano, con su indiscutible limpieza y perfección, introduce un garrotín con la guitarra. Juan entremezcla letras suyas con canciones populares y textos de Bergamín, para acabar con tangos de falseta del Sacromonte. De aquí se va a levante, tarantas y cartageneras; hace un guiño a Morente; y termina con abandolaos . Su final en solitario es el tributo en mayúsculas a Granada y el barrio alto. Del Adiós Granada, pasa a Las tres morillas y a algunos cantes por fiesta de Morente, para acabar con el ¡Anda jaleo!
Termina esta especial noche con los dos protagonistas, los primeros de la fila, haciendo guajiras, acompañados de todos los músicos. Es alegre y seductor. Un fin de fiestas redondo.
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ÚLTIMA CRITICA AL DISCO DE JUAN PINILLA EN JONDOWEB

El sello RTVE presenta su tercer volumen de la edición Lámpara Minera, recordemos que lleva tres años promocionando y recogiendo las formas de decir el cante del cantaor que gana el prestigioso concurso del Festival Internacional del Cante de las Minas de la Unión.
En este volumen recoge el cante del ganador de la XLVII edición del Festival el granadino Juan Pinilla.
Juan Pinilla es hoy un joven cantaor y crítico granadino de no más de 28 años, el cual posee una virtud de constante búsqueda y estudio del flamenco, es miembro de la junta directiva de la Peña Flamenca “La Platería” y toda la persona que lo conoce suele engrandecer su personalidad, nobleza y amistad.Este cantaor tomó relación con el flamenco frecuentando las peñas flamencas y festivales de Granada cuando era pequeño y ha tenido maestros como el maestro Curro Albaicín y Manuel Ávila de quienes bebió inicialmente, adquiriendo conocimientos y formas para su manera de decir el cante, llegando a compartir escenarios con grandes artistas, incluso en el extranjero.
En el año 2007 logra el codiciado premio que persigue la gran mayoría de los jóvenes cantaores, la Lámpara Minera, haciéndose un hueco en el mundo flamenco, pero adquiriendo la responsabilidad que conlleva ser una Lámpara Minera.Esa responsabilidad, la podemos escuchar en este trabajo discográfico de Juan Pinilla, ya que no es un trabajo más dentro de la discografía flamenca, teniendo en cuenta, claro está, que los Cds, Dvds y demás archivos que promociona el Festival suelen aparecer gran variedad de estilos de cante, pero en este trabajo Juan Pinilla busca la inquietud del aficionado que se interesa por los cantes, por su recuperación, por su ejecución, por su lugar de origen, Juan Pinilla recupera cantes casi en extinción, ofrece un buen abanico de cantes de su tierra y los ejecuta como un maestro buscando en algunos la personalidad propia.
Abre este trabajo con un cuplé por bulerías, con letras del poema “De pintor a pintor” del murciano Ramón Gaya y del poema “Alma dormida” del madrileño José Hierro.Continúa con el cante que aflamencó y dio fama al Niño de las Marianas, cante que ha caído en olvido, con la excepción de cantaores como el Cojo de Málaga, El Mochuelo, El Pena, La Rubia y más recientemente por Bernardo el de Los Lobitos, José Meneses, Diego Clavel, Jesús Heredia, Curro Lucena y pocos más, con un toque moruno de guitarra donde se puede observar la semejanza con los tientos, nos interpreta este cante Juan Pinilla, realizando una buena versión del mismo.La murciana de su maestro Manuel Ávila, con la que se hace poseedor del premio varios años y que está hoy considerada como uno de las mejores cantes que dibuja Juan Pinilla; en este Cd se recoge en directo la versión que ejecutó magistralmente en el Festival Internacional del Cante de las Minas de la Unión, versión que le reporto ganar el premio de murcianas y la preciada Lámpara Minera.
El poema “Son las Gaviotas, Amor” de Ángel González suena en el inicio de estas cantiñas, donde nos deja la alegría de Aurelio con aires a Tío Chano, las Cantiñas de Sanlúcar y la de las Mirris, Cantiñas de la Mejorana y Rosario la del Colorao.Canción a Granada suena en el recitado y la granaína de María Carmona Fernández, “Tía Marina Habichuela”, en la voz de Juan Pinilla con letra homenaje a Juanillo el Gitano, interpretación en la que se pueden observar las diferencias con las versiones de Vallejo y Chacón, que son las dos granaínas mas ejecutadas hoy.En estos cantes abandolaos hay que felicitar y dar la enhorabuena a Juan Pinilla, por sacar a la luz los fandangos de su tierra, en especial el Fandango de la Herradura y el jabegote de Paquillo el del Gas, concluyendo con un juguetillo personal que sirve como antesala para interpretar el famoso abandolao de Frasquito.No podía faltar en esta grabación el cante que es oro de ley y piedra fundamental para el pueblo de La Unión, y en esta ocasión al igual que la murciana, se recogen en directo las mineras que Juan Pinilla convirtió en una inmejorable interpretación de las mineras de Pencho Cros y Encarnación Fernández.
Aires granadinos en estos Tangos paraos del camino, con la colaboración insuperable de María la Coneja y con esa esencia de la salve de los gitanos del Sacromonte que en su día fueron exégesis de Enrique Morente. Un cante de Granada en extinción transmitido por su maestro Manuel Ávila, la Temporera de Montefrio, grabada en el Mosaico de los cantes granadinos y a la que Juan Pinilla hace homenaje.
Cierra este disco Juan Pinilla con unas soleares trianeras de El Portugués o ¿podríamos decir de Cobitos? ya que él fue el primero que las grabó dándole mucha personalidad, tanta que en Granada se habla de las soleares de Cobitos y que Juan nos hace una buena interpretación de esas formas, sin olvidar el cierre magistral de este cante por soleá con los aires de Pepe El de Jun.
Considero que Juan Pinilla en su primera obra discográfica en solitario, nos ha dejado esa personalidad suya que es meticulosa, detallista, minuciosa y estudiosa, ofreciéndonos un trabajo acertado, justo y de gran valor, donde confirma y refrenda su Lámpara Minera y revaloriza el cante de su tierra homenajeando tanto a sus intérpretes como sus cantes.
CRÍTICA DEL DIARIO SEVILLA. JUAN VERGILLOS

El arte de adaptar o la libertad con nueva letra entra
El penúltimo ganador de la Lámpara Minera, máximo galardón concedido por el Festival Internacional de lasMinas, publica el disco correspondiente, que es su primera entrega discográfica. Lo más interesante de Pinilla en su flamante entrega es su interés por la poesía contemporánea: José Hierro y Ángel González nos suenan maravillosamente en esta obra por cantiñas y por bulerías en tono menor que, sorprendentemente, son acaso lo mejor de esta obra. Por la verdad con la que están dichas las melodías y dichos los textos. Más no sepuede decir.Yes que Pinilla, junto con su guitarrista habitual, Luis Mariano, ha sabido hacer bonitas melodías para las nuevas letras, ahora ya plenamente flamencas. En las cantiñas suena cien por cien flamenco, social e íntimo al mismo tiempo.Y en los tangos absolutamente entregado.
La conclusión es que Pinilla es un gran cantaor de canciones flamencas a ritmo y un estimable
compositor de nuevas melodías para los textos de Hierro, Gaya o González, con guiños a la escuela morentina. Es decir, que, pese a que se da a conocer como cantaor en los estilos levantinos, que conoce a la perfección, como refleja el disco, brilla más en la libertad de la canción flamenca.
La producción musical, firmada por Luis Mariano, es de una pulcritud emocionante
JUAN VERGILLOS. DIARIO DE SEVILLA
CRÍTICA DE PACO VARGAS AL DISCO DE JUAN PINILLA
JUAN PINILLA: LUMINOSA LÁMPARA MINERA
Después de algo más de un año de haberse alzado con la Lámpara Minera, máximo galardón que premia al mejor de cada edición del prestigioso festival de La Unión, Juan Pinilla se presenta en el mercado discográfico con un disco titulado “Juan Pinilla. Lámpara Minera”, el primero en solitario que nos entrega el joven cantaor, granadino de Huétor-Tájar, a modo de justificación de su valía; pero también para dejar constancia de que el premio obtenido en el XLVII Festival Internacional del Cante de las Minas fue merecido y justo. Ambas premisas quedan demostradas sobradamente, por cuanto el artista, siendo presente palpitante y comprometido con su tiempo, se recrea en el pasado rindiendo tributo hermoso, humilde y honesto, a los mejores recuerdos cantaores tanto en estilos como en voces, antiguas de sabiduría, pero también a la Granada que mira más alto que el Darro y refleja su dignidad flamenca en el esplendente fuego del palacio rojo, testigo insondable del mejor cante jondo granadino.
Si en más de una ocasión hemos citado a Juan Pinilla por su línea estética, que huye de los superfluo sin caer en lo rancio, no ha sido por mero capricho ni siquiera por afinidad absoluta en los gustos, sino porque siempre vimos en él la persecución de lo imperecedero, la búsqueda de la dificultad de lo verdaderamente valioso frente a lo efímero de la gloria, el objetivo de la verdad en la nebulosa que envuelve el arte flamenco actual, que sabiendo de dónde viene no alcanza a saber con certinidad hacia dónde va. En eso, nadie puede achacarle a Juan Pinilla alguna desviación obscena del arte con el que expresa sus más íntimos sentimientos. Ni en eso, ni en la honradez con que encara su trabajo como cantaor. Este disco es prueba palpable de lo dicho.
La poesía de Ramón Gaya y José Hierro pone letra a un cante por bulerías –arregladas melódicamente como una balada amorosa-, característica que se repite a lo largo del disco en cuatro temas más: las cantiñas, con versos de Ángel González, la granaína (Manuel Benítez Carrasco), los cantes abandolaos (Ángel Ganivet y Francisco de Icaza[1], que no aparece en los créditos) y los tangos (Atahualpa Yupanqui y Armando Buscarini).
Si la mariana es una lección de nostalgia revolucionaria de la mano del cantaor Paco Moyano, cuya letra sigue teniendo hoy más vigencia que nunca; los cantes mineros (murciana al estilo de Manuel Ávila y mineras) tienen la frescura del directo, pues están tomados de las grabaciones del festival el año de su triunfo.
El ajustado compás de las cantiñas ayuda a la emoción añadida de los versos del poeta asturiano fallecido en enero de 2008. La granaína, que recuerda a Tía Marina Habichuela, da paso a los fandangos granadinos de ritmo abandolao. Y tras las mineras, con las que ganó en La Unión en agosto de 2007, los “tangos paraos del camino” en los que ayudado por el conocimiento y la voz de María “La Coneja” y la estética musical de Enrique Morente, que bebe de la antigua salve de los gitanos sacromontanos, nos deja testamento de lo que nunca más será.
Las temporeras de Montefrío -homenaje a Rogelio, cantaor aficionado que murió siendo joven, pero que nos dejó una versión grabada en el disco “Mosaico de los Cantes Granadinos”, editado con motivo del XI Congreso de Actividades Flamencas (Granada, 1983)- y las soleares que cultivaron Manuel Celestino Cobos “Cobitos” y José Martín Berrio “Pepe el de Jun” cierran el acertado y justo reconocimiento a la memoria de estos ilustres olvidados, que con “Juanillo el Gitano”, al que se recuerda en una de las letras por granaína, y Manuel Ávila, maestro reconocido de Juan Pinilla, son parte muy importante del maltratado patrimonio flamenco de Granada.
© Paco Vargas. Marbella, enero de 2008
http://perso.wanadoo.es/pacovargas69/main.htm
Después de algo más de un año de haberse alzado con la Lámpara Minera, máximo galardón que premia al mejor de cada edición del prestigioso festival de La Unión, Juan Pinilla se presenta en el mercado discográfico con un disco titulado “Juan Pinilla. Lámpara Minera”, el primero en solitario que nos entrega el joven cantaor, granadino de Huétor-Tájar, a modo de justificación de su valía; pero también para dejar constancia de que el premio obtenido en el XLVII Festival Internacional del Cante de las Minas fue merecido y justo. Ambas premisas quedan demostradas sobradamente, por cuanto el artista, siendo presente palpitante y comprometido con su tiempo, se recrea en el pasado rindiendo tributo hermoso, humilde y honesto, a los mejores recuerdos cantaores tanto en estilos como en voces, antiguas de sabiduría, pero también a la Granada que mira más alto que el Darro y refleja su dignidad flamenca en el esplendente fuego del palacio rojo, testigo insondable del mejor cante jondo granadino.
Si en más de una ocasión hemos citado a Juan Pinilla por su línea estética, que huye de los superfluo sin caer en lo rancio, no ha sido por mero capricho ni siquiera por afinidad absoluta en los gustos, sino porque siempre vimos en él la persecución de lo imperecedero, la búsqueda de la dificultad de lo verdaderamente valioso frente a lo efímero de la gloria, el objetivo de la verdad en la nebulosa que envuelve el arte flamenco actual, que sabiendo de dónde viene no alcanza a saber con certinidad hacia dónde va. En eso, nadie puede achacarle a Juan Pinilla alguna desviación obscena del arte con el que expresa sus más íntimos sentimientos. Ni en eso, ni en la honradez con que encara su trabajo como cantaor. Este disco es prueba palpable de lo dicho.
La poesía de Ramón Gaya y José Hierro pone letra a un cante por bulerías –arregladas melódicamente como una balada amorosa-, característica que se repite a lo largo del disco en cuatro temas más: las cantiñas, con versos de Ángel González, la granaína (Manuel Benítez Carrasco), los cantes abandolaos (Ángel Ganivet y Francisco de Icaza[1], que no aparece en los créditos) y los tangos (Atahualpa Yupanqui y Armando Buscarini).
Si la mariana es una lección de nostalgia revolucionaria de la mano del cantaor Paco Moyano, cuya letra sigue teniendo hoy más vigencia que nunca; los cantes mineros (murciana al estilo de Manuel Ávila y mineras) tienen la frescura del directo, pues están tomados de las grabaciones del festival el año de su triunfo.
El ajustado compás de las cantiñas ayuda a la emoción añadida de los versos del poeta asturiano fallecido en enero de 2008. La granaína, que recuerda a Tía Marina Habichuela, da paso a los fandangos granadinos de ritmo abandolao. Y tras las mineras, con las que ganó en La Unión en agosto de 2007, los “tangos paraos del camino” en los que ayudado por el conocimiento y la voz de María “La Coneja” y la estética musical de Enrique Morente, que bebe de la antigua salve de los gitanos sacromontanos, nos deja testamento de lo que nunca más será.
Las temporeras de Montefrío -homenaje a Rogelio, cantaor aficionado que murió siendo joven, pero que nos dejó una versión grabada en el disco “Mosaico de los Cantes Granadinos”, editado con motivo del XI Congreso de Actividades Flamencas (Granada, 1983)- y las soleares que cultivaron Manuel Celestino Cobos “Cobitos” y José Martín Berrio “Pepe el de Jun” cierran el acertado y justo reconocimiento a la memoria de estos ilustres olvidados, que con “Juanillo el Gitano”, al que se recuerda en una de las letras por granaína, y Manuel Ávila, maestro reconocido de Juan Pinilla, son parte muy importante del maltratado patrimonio flamenco de Granada.
© Paco Vargas. Marbella, enero de 2008
http://perso.wanadoo.es/pacovargas69/main.htm
CRÍTICA ACTUACIÓN FESTIVAL DE JEREZ

Eva Yerbabuena “Santo y seña”. Juan Campallo, Juan Pinilla 'Conciertos acústicos del Alcázar'. Rafaela Carrasco “ConCierto gusto” Sábado, 1 de marzo, 2008. Jerez de la Frontera
El año pasado Juan Pinilla de Granada logró llevarse la Lámpara Minera a su ciudad después de cuatro intentos, y es un premio bien dado porque el joven no hace más que crecer artísticamente desde entonces. Jerez no es plaza fácil para nadie en el flamenco, mucho menos un cantaor especializado en el melodioso cante de levante y andaluz. Entre el público, los jerezanos han brillado por su ausencia, pero la salita se llenó de buenos aficionados de fuera que han presenciado un sorprendente recital. Con toda la sinceridad que le caracteriza, y toda la dulzura de su ídolo, Bernardo el de los Lobitos, Pinilla cantó una serie de formas, algunas prácticamente desconocidas, cariñosamente nombrando y explicando cada una: malagueña de Chacón, fandango de Almería, fandango de madrugá de Manolo el Ruso, malagueña de Juan Breva, fandango de Córdoba, el de Frasquito Yerbabuena, caña dedicada a la memoria de Cobitos “que nació en Jerez y fue a Granada”, tangos de Sacromonte a la memoria de Loles del Cerro y María la Jardín, ancianas cantaoras fallecidas ambas en los últimos días, levantica “para justificar la Lámpara” y para terminar, se disculpa porque “yo hago mis cantes, no voy a venir a Jerez a cantar por bulerías” e interpreta la farruca. Pocos cantaores serían capaces de realizar semejante recorrido, mucho menos uno tan joven. Y el público respondió con la ovación más grande que he visto en este salón del Palacio de Villavicencio desde que vengo al Festival de Jerez. Fuera del camerino la gente hacía cola para sacar fotos del cantaor que conversaba con soltura en alemán, frances e inglés. Sorprendente tarde de cante apoyada por la excelente guitarra de Luis Mariano.
Estela Zatania
http://www.deflamenco.com/ (han colgado video en la página)
PUBLICADO EN EL OLIVO POR PACO VARGAS

Si tuviera que elegir una palabra para definir a este joven cantaor granadino no lo dudaría: afición, pues sobre ese concepto, tan poco valorado en los tiempos que corren, descansa la corta pero intensa carrera artística del cantaor que traemos a esta sección. Echemos un vistazo a su perfil biográfico para certificar lo dicho:
Juan Pinilla Martín, “Juan Pinilla” para el arte, nació en Huétor-Tájar en 1981 en el seno de una familia obrera de aficionados al flamenco donde la música que amamantaba su infancia era la de Chacón, la Niña de los Peines, Marchena, Caracol, Mairena, Manuel Vallejo, El Gloria o El Carbonerillo. Pero se aficionó decididamente tras asistir al concurso de cante flamenco de Loja en el año 91, donde sintió en primera persona el dolor y las fatigas de quienes cantan como mejor saben para alcanzar un premio. Años más tarde comenzó la carrera universitaria de Traductores e Intérpretes en la capital de la Alhambra, entablando contacto con el mundo del flamenco granadino y aprendiendo de Curro Albayzín, Curro Andrés, Paco Moyano, José Carlos Zárate y Francisco Manuel Díaz, todos ellos cantaores y guitarristas locales que le abrieron las puertas de los primeros secretos del cante. Paralelamente entabló amistad con Francisco Ávila, gran aficionado de Montefrío, que le introdujo en las formas de Manuel Ávila, Chacón, Tomás Pavón y Manuel Vallejo. Aprende con rapidez y poco a poco se va abriendo camino en el mundo del flamenco granadino, logrando sus primeros premios en los concursos de Íllora y Granada; a los que se añaden los obtenidos en Almería, Málaga o Barcelona. Con este bagaje se enrola en la compañía del guitarrista José Carlos Zárate y la escritora Paula Marín lo lleva por primera vez a la Peña La Platería, de la que más tarde sería miembro de su junta directiva. Posteriormente visitó países como Alemania, Polonia, Irán, Dinamarca, República Checa, Japón, Portugal o Austria. Y compartió cartel con figuras cuales son Fosforito, Juanito Valderrama, Chano Lobato, Luis el Zambo, Miguel Poveda, Marina Heredia o Rancapinos. En el Festival Internacional del Cante de las Minas ha obtenido hasta siete primeros premios –en distintas ediciones-, alzándose en 2007 con la “Lámpara Minera”; siendo así el único cantaor granadino que posee esta distinción en la actualidad (El último en ganarla fue Manuel Ávila, su maestro, fallecido en 1993). Asimismo, ha participado en programas de televisión y radio de cadenas nacionales e internacionales, ha colaborado en varias antologías de cante flamenco y en la grabación que acompaña al libro “The song of the outcast” del escritor británico Robin Tottem. Tras su sonado triunfo en La Unión, prepara la grabación de su primer disco en solitario con el sello RTVE.
Paralelamente, cabe destacar su labor como estudioso e investigador de flamenco, con trabajos -aún por concluir- sobre los cantes de Granada y las biografías de Cobitos y Manuel Ávila; y como colaborador en el diario “La Opinión de Granada” y la revista especializada EL OLIVO.
Ya me dirán si no es admirable la trayectoria de tan joven artista. Pero ahora le llega lo más difícil: demostrar en cada uno de los escenarios que pise –que van a ser muchos- que no estábamos equivocados los que siempre vimos en él al cantaor fiel a una escuela, la del cante escondido en los rincones más lúcidos de la memoria. Manuel Ávila, ya en el altito Cielo, estará sonriendo al ver que el tiempo le ha dado la razón. Y Juan Pinilla, que está en la Tierra, debe seguir siendo fiel a sí mismo.
© Paco Vargas. Marbella, agosto de 2007
Juan Pinilla Martín, “Juan Pinilla” para el arte, nació en Huétor-Tájar en 1981 en el seno de una familia obrera de aficionados al flamenco donde la música que amamantaba su infancia era la de Chacón, la Niña de los Peines, Marchena, Caracol, Mairena, Manuel Vallejo, El Gloria o El Carbonerillo. Pero se aficionó decididamente tras asistir al concurso de cante flamenco de Loja en el año 91, donde sintió en primera persona el dolor y las fatigas de quienes cantan como mejor saben para alcanzar un premio. Años más tarde comenzó la carrera universitaria de Traductores e Intérpretes en la capital de la Alhambra, entablando contacto con el mundo del flamenco granadino y aprendiendo de Curro Albayzín, Curro Andrés, Paco Moyano, José Carlos Zárate y Francisco Manuel Díaz, todos ellos cantaores y guitarristas locales que le abrieron las puertas de los primeros secretos del cante. Paralelamente entabló amistad con Francisco Ávila, gran aficionado de Montefrío, que le introdujo en las formas de Manuel Ávila, Chacón, Tomás Pavón y Manuel Vallejo. Aprende con rapidez y poco a poco se va abriendo camino en el mundo del flamenco granadino, logrando sus primeros premios en los concursos de Íllora y Granada; a los que se añaden los obtenidos en Almería, Málaga o Barcelona. Con este bagaje se enrola en la compañía del guitarrista José Carlos Zárate y la escritora Paula Marín lo lleva por primera vez a la Peña La Platería, de la que más tarde sería miembro de su junta directiva. Posteriormente visitó países como Alemania, Polonia, Irán, Dinamarca, República Checa, Japón, Portugal o Austria. Y compartió cartel con figuras cuales son Fosforito, Juanito Valderrama, Chano Lobato, Luis el Zambo, Miguel Poveda, Marina Heredia o Rancapinos. En el Festival Internacional del Cante de las Minas ha obtenido hasta siete primeros premios –en distintas ediciones-, alzándose en 2007 con la “Lámpara Minera”; siendo así el único cantaor granadino que posee esta distinción en la actualidad (El último en ganarla fue Manuel Ávila, su maestro, fallecido en 1993). Asimismo, ha participado en programas de televisión y radio de cadenas nacionales e internacionales, ha colaborado en varias antologías de cante flamenco y en la grabación que acompaña al libro “The song of the outcast” del escritor británico Robin Tottem. Tras su sonado triunfo en La Unión, prepara la grabación de su primer disco en solitario con el sello RTVE.
Paralelamente, cabe destacar su labor como estudioso e investigador de flamenco, con trabajos -aún por concluir- sobre los cantes de Granada y las biografías de Cobitos y Manuel Ávila; y como colaborador en el diario “La Opinión de Granada” y la revista especializada EL OLIVO.
Ya me dirán si no es admirable la trayectoria de tan joven artista. Pero ahora le llega lo más difícil: demostrar en cada uno de los escenarios que pise –que van a ser muchos- que no estábamos equivocados los que siempre vimos en él al cantaor fiel a una escuela, la del cante escondido en los rincones más lúcidos de la memoria. Manuel Ávila, ya en el altito Cielo, estará sonriendo al ver que el tiempo le ha dado la razón. Y Juan Pinilla, que está en la Tierra, debe seguir siendo fiel a sí mismo.
© Paco Vargas. Marbella, agosto de 2007
Crítica del Concierto en La Rioja

Pablo G. Manchao II Ciclo Flamenco de Bodegas Riojanas. Cante: Juan Pinilla; toque: Luis Mariano. Auditorio de Bodegas Riojanas en Cenicero: Lleno. Jueves 15 de noviembre de 2007
Bodegas Riojanas recuperó el jueves el flamenco en su coquetísimo auditorio de Cenicero, y lo hizo por todo lo alto. El cantaor Juan Pinilla, ultimísima Lámpara Minera de la Unión, desgranó un concierto profuso, repleto de matices y con la intensidad propia de una persona que ama y estudia el flamenco, que conoce la poesía popular del cante pero que también se estremece con José Hierro o nuestro Buscarini, al que citó sin ambages y sin dárselas de nada. Y así fue su recital, un verdadero paseo por las fuentes del Flamenco, desde Juan Breva a ‘El Carbonerillo’, que cantaba casi llorando, se diría que susurrando las coplas.Y lo cierto es que este joven granadino demostró poseer un conocimiento enciclopédico de los estilos, pero más allá de su saber y de su capacidad pedagógica para enseñar el cante, destaca su forma de sentir cada palo. Cantó por levantes e hizo una levantica prodigiosa, al igual que en los paseos que realizó por los cantes abandolaos de Málaga. Sin embargo, llegó la caña, la bellísima caña flamenca, y se olvidó del academicismo para acordarse del viejo Rafael Romero ‘El Gallina’. Y Pinilla se sintió cantaor con la maravillosa fragancia que desprendían las naves de barricas inundándolo todo. Para este cronista fue la cumbre de una noche larga y compleja como un mapa-mundi. Juan Pinilla es un cantaor insultantemente joven, posee sensibilidad, gracia y espíritu; ama el flamenco y hace que a su alrededor dimane esa sensación de sobriedad y armonía en la que Luis Mariano, con su magnífica guitarra, nos hizo levitar.
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