LOS ÚLTIMOS DE LA FILA
De violeta y oro comienza Patricia a bailar por cantiñas. El escenario del teatro Alhambra impone respeto. El público expectante, todos flamencos, todos los seguidores, todos con lupa, impone respeto. Su propio programa, un ambicioso Corazón flamenco del Albayzín, en el que se desea homenajear a la peña de La Platería en su sesenta aniversario, y al barrio flamenco y moro en general, impone respeto. La bailaora, consciente de todo ello, lleva el baile a su terreno y borda lo que mil veces ha ensayado, con algunos pasos sobresalientes. Se rodea de un cuadro de excepción, en su mayoría gitanos. Es una noche especial. Juan Pinilla conoce también el juego y también muestra sus cartas. Apuesta alto, pero no va de farol. Arriesga hasta el límite. Tiene claro su norte, ofreciendo un recital comprometido, poético y melodioso. Hay quien espera a un Pinilla más flamenco, más puro. Pero, yo les digo que es el Pinilla más honesto y el más coherente con sus ideas, sus maestros y el flamenco actual.
Por tonás entra al escenario. La toná Chica y la de Tomás Pabón, en donde adapta un texto de Nietszche y un poema propio, con aires de Petenera, dedicado a Charico (cantaor de Granada, tristemente fallecido), que dan pie a las seguiriyas al estilo de Cádiz y Los Puertos, para rematar por cabales. Guerrero hace su segunda aparición por soleá y bulerías. Cautiva por su profundidad y reflexión. Es una soleá antológica, aunque le falta un poco más de seguridad.
Luis Mariano, con su indiscutible limpieza y perfección, introduce un garrotín con la guitarra. Juan entremezcla letras suyas con canciones populares y textos de Bergamín, para acabar con tangos de falseta del Sacromonte. De aquí se va a levante, tarantas y cartageneras; hace un guiño a Morente; y termina con abandolaos . Su final en solitario es el tributo en mayúsculas a Granada y el barrio alto. Del Adiós Granada, pasa a Las tres morillas y a algunos cantes por fiesta de Morente, para acabar con el ¡Anda jaleo!
Termina esta especial noche con los dos protagonistas, los primeros de la fila, haciendo guajiras, acompañados de todos los músicos. Es alegre y seductor. Un fin de fiestas redondo.
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