Entrevista a Susan Sontag (1978)

Les comparto esta transcripción de la entrevista que brindó Susan Sontag a TVE el 23 de noviembre de 1978 para el programa Encuentros con las letras presentado por Fernando Sánchez Dragó:



Sánchez Dragó: Otra de tus obsesiones es la relación entre las ideas morales y las estéticas, o mejor dicho la antirrrelación porque tú eres una defensora de la autonomía de lo estético frente a lo moral.

Susan: Yo tengo la enfermedad de la contradicción. O sea, cuando todo el mundo se vuelve moralista me entran ganas de jugar a la esteta y cuando la gente se hace esteta yo me vuelvo moralista. Ahí se manifiestan dos de los principales aspectos de mi carácter, que es fundamentalmente contradictorio. El esteticismo, por una parte, excluye la formulación de un juicio moral, pero este excluye a su vez la posibilidad de una autonomía estética. Repito, que se trata de una contradicción muy profunda a la que sin embargo no quiero renunciar.

Sánchez Dragó: Una obra de arte no puede defender absolutamente nada. Como decía Óscar Wilde y Ortega.

Susan: Como tú dices yo misma he citado a Wilde y cito Ortega, aunque lo relativo a este último sea más complicado. Ahí en esas citas asoma el aspecto estetizante de mi carácter, creo que la obra de arte debe de ser autónoma. Hay que habilitar un hueco para algo que esté más allá de lo moral. En nuestra sociedad se manifiestan dos tendencias al respecto. Por una parte, la mentalidad moralista que es muy acusada y casi siempre muy represiva, aunque no en todos los casos. Por eso, hay que atacar esa mentalidad. Pero también hay una segunda tendencia, el esteticismo, atizado cada vez con más fuerza por la sociedad de consumo. Consiste esa tendencia en aceptarlo todo, en sostener que cualquier producto es bueno, que no hace falta juzgarlo. Se trata de una actitud que sirve a los intereses de la sociedad de la abundancia, dicho sea, en el sentido más nihilista de la expresión. Y ese es un resultado que no habían previsto Óscar Wilde ni Ortega y Gasset.

Sánchez Dragó: Polémica que atizaran Sartre y otros muchos en torno al compromiso “engagement” estético”

Susan: El concepto de lo Camp es pluralista. Estriba en creer que cabe dirigir una mirada irónica a las cosas, una mirada que sobrepase los sencillos criterios del orden moralista, pero, al mismo tiempo, no creo que el concepto de lo camp excluya el compromiso. En la sensibilidad camp subyace como valor sumergido un espíritu crítico que se manifiesta por ejemplo en la burla de los estereotipos sexuales, en la desmitificación de lo que podemos llamar sexismo de la misma forma que decimos racismo. Lo que es irónico nunca carece por completo de raíces morales y no olvidemos que la sensibilidad de cada época, cambia con el tiempo. No es lo mismo apoyar determinados valores hace 10 o 20 años, que apoyarlos ahora. No existe ningún valor absoluto, exceptuando quizá el del pluralismo, que estriba en la coexistencia dentro de una determinada sociedad de diferentes caminos y puntos de vista.

Sánchez Dragó: Trabajo polémico sobre cineasta nazi, el contenido jugaba un papel puramente formal. ¿No crees que esta es la clave de algunos escritores supuestamente fascistas?

Susan: Ese juicio me parece demasiado drástico. Lo formulé en un ensayo escrito hace bastante tiempo. Quería explicar el funcionamiento del contenido que muchas veces juega un papel puramente formal, pero no creo que esté ahí la clave del arte fascista. La clave del arte fascista reside en la estetización de lo político, tal como dijo una vez Walter Benjamín.

Sánchez Dragó: La estética comunista arroja resultados ramplones a diferencia de lo que en ciertos casos sucede o ha sucedido con la estética fascista.

Susan: No creo en la existencia de una estética comunista, excepto en aquellos casos en que deriva en estética fascista. Pienso por ejemplo en Alejandro Nezki, una película rodada por Eisenstein en plena época estalinista. El resultado fue eso, una obra fascista. Me parece que el comunista nunca ha producido una estética, lo cual resulta muy revelador porque el comunismo entraña una forma de pensar drásticamente moralista y por lo tanto excluyente de todo lo que parezca autonomía estética. Lo demuestra el caso de China, donde no cabe la menor posibilidad de que se produzca una obra estéticamente autónoma. En el fascismo por el contrario actúa una poderosa tendencia estetizante. Este aspecto estético del fascismo constituye uno de sus principales atractivos.

Sánchez Dragó: Enfoques formalistas e historicistas del arte no se oponen entre sí sino que se complementan. Con ello pones el dedo en otra de las grandes llagas del pensamiento contemporáneo.

Susan: Me esfuerzo por reconciliar ambas cosas. Se trata de una búsqueda que para mí no ha terminado. Estoy absolutamente convencida de que la óptica historicista a machamartillo adolece de excesivas limitaciones, pero cabe mover el mismo reproche a la óptica exclusivamente formalista. Ese es posible el mayor límite de las actuales tendencias de la crítica francesa que son completamente formalistas. Por ahí no se llega a ninguna parte. Es preciso situar a la obra de arte en su contexto histórico. No podemos prescindir del pasado, pero tampoco olvidar que el arte tiene valores que escapan a la historia. Lo que personalmente me interesa es reconciliar ambas tendencias y eso es lo que me propongo en cada uno de mis artículos y argumentos, avanzar en esa dimensión.

Sánchez Dragó: Soy incapaz de apoyar cualquier conceptos e inteligencia que se proponga acabar con la historia. ¿Lo decías pensando en el estructuralismo y en Levi-Strauss? ¿NO se contradice en cierto sentido con tus ideas estéticas que son estetizantes y en cuanto tal ahistóricas?

Susan: Ahí reside precisamente la limitación de dicho método de pensamiento. El estructuralismo es siempre posible pero parcial. En la cultura de hoy todo nos empuja a prescindir de la historia. Se nos brinda una cultura instantánea que cada día se rehace. Miramos algo en la pantalla, interesante o no, no es eso lo que ahora me importa, y un momento después ese algo queda anulado por las imágenes sucesivas, quiero decir que, en todo momento, se nos empuja olvidar la historia, el pasado. Por ello, insistir en el aspecto histórico de todo lo que hacemos o pensamos, equivale nadar contra la corriente mayoritaria de nuestra sociedad.

Sánchez Dragó: El hecho de alzarte en armas contra la interpretación significa que no aceptas la posibilidad de que en una obra literaria coexistan varios niveles de lectura diferentes, inclusive contradictorios y buscados adrede por el autor. No existe lo que los italianos han llamado opera aperta.

Susan: No, para mí la obra tiene que ser abierta. Mi crítica de la interpretación se refiere a la pretensión de quienes asignan a la obra artística un significado y la reducen a vehículo de un determinado mensaje. Creo que cualquier obra de arte o argumento pueden utilizarse de formas diferentes y es necesario respetar este pluralismo y también la superficie de la obra. No hay que reducirla ni en su contenido ni en su argumento.

Sánchez Dragó: Decías que todo defensor contemporáneo de la civilización debe darse cuenta de que esta civilización está llegando a su fin y nada de lo que hagamos podrá devolverla a su antigua configuración. La hiperestesia y la pasivad, ninguna posición puede resultar cómoda ni debe sostenerse incondicionalmente.

Susan: Lo has resumido mejor de lo que podía hacer yo, porque tú lo dices mientras yo lo encuentro más cómodo escribirlo. Para mí siempre es más fácil escribir de forma inteligente que hablar de forma inteligente. Quiero decir que vivimos en el seno de una civilización donde, por una parte, y de diferentes formas, se nos acostumbra a la idea de una catástrofe permanente, violencia, histerismo, y, por otra, se nos anima implícitamente a no hacer nada. O sea, nos sentimos impotentes frente la inminencia de esa catástrofe de ese final absoluto.

También en lo tocante a este proceso, cuenta mucho la televisión y no porque sea una de sus causas sino porque lo expresa a la perfección. Creo que deberíamos utilizar la inteligencia para limitar la histeria y para convencer a la gente de que ese posible intervenir y modificar la situación. Ambas acciones son complementarias, no se puede ser optimista a ciegas. Hay que comprender que nos encontramos en una situación muy poco prometedora en la cual, las fuerzas de la barbarie son más potentes que las de la civilización. Debemos convencernos de que las cosas pueden ser aún más inquietantes. Generalmente se creen que las cosas van muy mal y no pueden ir peor, pero a mí me parece que sí, que podrían ser peores.

Sánchez Dragó: Pareces muy interesada por ese vicio tan americano que es la cultura de la imagen. ¿Se debe este interés a la posibilidad de conciliar por medio de la imagen la tradicional oposición entre cultural elitista y cultura popular?

Susan: En cierto sentido sí porque la cultura de la imagen rompe ese tipo de barreras, pero en mi libro sobre la fotografía me intereso sobre todo por la cuestión de la cultura propiamente dicha. Creo que la imagen ocupa ahora el epicentro de la cultura. Sería ridículo afirmar que el libro ha muerto, pero es verdad que la mayor parte de la gente contempla la vida moderna y la historia a través de imágenes. Dicho de otra forma, la imagen es el nervio central de nuestra sociedad.

Sánchez Dragó: (Le pregunta sobre sus películas, si son bergmanianas, aunque Bergman era misógino como Streingberg, dice, en cambio ella es una valedora de la condición femenina).

Susan: No creo que mis películas sean bergmanianas, aunque indudablemente presentan aspecto sueco por los actores suecos que trabajan en ella. la cultura sueca es muy vigorosa, pero yo no la he recibido a través de Bergman sino viviendo en Suecia durante dos años. En cuanto a la segunda parte de la pregunta te confesaré que, como feminista militante, me disgusta el carácter misógino de los escritores artistas y pensadores, pero intento olvidarme de ello y buscar lo que tienen que decir.

Sánchez Dragó: Tú provienes del cogollo de la llamada cultura patriarcal, has estudiado en Harvard. No solo tú, sino también la mayor parte de las cabezas pensantes del feminismo provienen forzosamente de esa cultura. ¿Cómo se resuelve la contradicción? ¿No implica esta contradicción una grave carencia de raíces y contradicciones en el movimiento feminista?

Susan: Creo que existe un solo tipo de cultura y que está dominado por los hombres, que disfrutan de un derecho a la palabra muy superior al que se concede a las mujeres. Pero no me gusta insistir en el tema de las culturas separadas. Es evidente que para adquirir una cultura o aprender un oficio, no tengo más remedio que acudir a las instituciones regidas por los hombres y eso porque no hay otras. Ahora bien, tampoco creo que haya en todo esto una contradicción inevitable. No deseo la existencia de una cultura separada. Quiero una cultura en la que no se excluya a la mujer y en la que se permita a esta jugar un papel al 50 por ciento. Eso no significa que en mi opinión la cultura esté contaminada por el simple hecho de ser una cultura masculina. Aspiro a trazar mi propio camino entre ambos caminos y que todas las mujeres puedan hacerlo.

Sánchez Dragó: Años 30 Virginia Woolf decía que el movimiento por la emancipación femenina era una lucha contra el fascismo.

Susan: Esa esa una bonita frase demagógica que me atrae mucho, pero en el fondo no responde a la verdad. no solo es patriarcal el fascismo, todas nuestras culturas, todas las culturas de la historia son más o menos patriarcales. La cultura y la ideología fascista son especialmente misóginas y patriarcales, pero, esto es algo que en menor medida también existe en el seno de las restantes ideologías políticas. El fascismo lleva la misoginia al límite, pero no hay entre fascistas y antifascistas una diferencia fundamental al respecto.

Sánchez Dragó: ¿Por qué el movimiento feminista no ha sabido liberarse?

Susan: Seguramente le pone límites al movimiento feminista pero no lo trivializa. La cuestión de la naturaleza, no me preocupa. Si se me dice que eso no es natural, y está desvirtuado, el asunto a penas me preocupa. Creo que también se debe ir en contra de la naturaleza. Es el problema de la civilización, no somos naturales ni podemos serlo, hay que ir más allá. La naturaleza siempre ha sido un argumento en contra de las mujeres, ya sabes, quedaos en vuestro sitio, que es natural. Yo estoy en contra de la naturaleza.

Sánchez Dragó: Pregunta que te habrán hecho mucho y seguro estás harta. ¿Hay relación entre la liberación feminista y la lucha de clases?

Susan: No, no creo. Ambas luchas evidentemente pueden coincidir, pero la cosa me da mala espina poque temo que la lucha por la liberación femenina pierda sus perfiles. Son dos batallas diferentes y la entablada por la mujer es para mí la más importante.

Sánchez Dragó: ¿Qué es el machismo palabra que no consigo entender? ¿No es un flatus vocis, una invención del movimiento feminista?

Susan: El machismo existe, es un eslogan. La palabra que resume todas las actitudes despreciativas hacia la mujer. Machismo hay en todos los países y también en no escasa medida en España. De ningún modo es una invención de la mujer, existe.

Sánchez Dragó: ¿Crees que es indispensable que la mujer para realizarse sacrifique su identidad en cuanto individuo autónomo?

Susan: La mujer adquiere su individualidad al realizarse. Tal como están ahora las cosas, no le queda más remedio que sacrificarse. Carece de autonomía. La lucha por su liberación consiste en conseguir esa autonomía al cabo de tantos siglos.

Sánchez Dragó: El control de natalidad es una condición sinequanon para la emancipación femenina. ¿Son más libres las mujeres en aquellos sitios donde existe family planning?

Susan: La mujer debe tener el control de su propio cuerpo y de su propia vida como condición previa a la lucha por su liberación. Existen además razones ecológicas para limitar la familia. Es imposible que la liberación femenina se lleve a término en un mundo excesivamente poblada. Tener demasiados hijos es una forma de esclavitud femenina.

Sánchez Dragó: Entre el feminismo y las actividades reivindicatorias de los homosexuales existen connivencias que tú has reconocido, ¿es algo más hondo, más serio o casual?

Susan: Creo que ambas luchas coinciden, pero, a la luz de la experiencia desconfío un poco ya que la homosexualidad masculina es a menudo un centro propagador de machismo y ello porque excluye totalmente a las mujeres. En teoría, cabe pensar, que los homosexuales, por constituir una minoría oprimida podrían apoyar las reivindicaciones del feminismo, pero en la práctica no es seguro que sea así. Los peores machistas se encuentran precisamente entre los homosexuales, es un poco decepcionante.

Sánchez Dragó: Tú fuiste una de las más importantes teóricas de lo camp. ¿Cómo concilias tu interés por la condición femenina y la visión de esa condición que suele dar lo camp que es irónica, sentimental, cursilona?

Susan: Creo que la ironía sobre los estereotipos femeninos es muy liberadora. El simple hecho de tomar a broma los estereotipos sexuales, el hombre super viril o la mujer super femenina marca ya un distanciamiento. Hay que destruir esos estereotipos. La ironía no es la única actitud para ello, pero la burla no está de más ya que la mayor parte de la gente se los toma muy enserio. La risa es un arma.

Sánchez Dragó: ¿Por qué te interesó tanto lo camp?

Susan: Sí. En primer lugar, lo que tú dices, el pluralismo, y en segundo, un antídoto contra la desesperación porque yo soy una persona melancólica a pesar de reírme mucho y esa sensibilidad irónica sirve para reconciliar los dos aspectos de mi carácter. Debo añadir que en todo caso y a fin de cuentas no era un asunto muy importante. Escribí ese ensayo hace mucho tiempo porque veía que la gente no sabía cómo llamar y describir el fenómeno, pero no era algo que naciera del centro de mi sensibilidad. Me limité a percibirlo, a detectarlo.

Sánchez Dragó: En Estuche de muerte tiene dos frases que me inquietan: “La muerte es un exceso de trabajo”. La otra, que es la última frase de la novela, añade: “Didi ―que es el protagonista― percibe al fin el inventario del universo”. ¿Pueden servir estas dos frases de epígrafes a tu filosofía del existir y del no existir? ¿Es la vida una búsqueda de ese inventario que solo la muerte abrumadoramente transmite?

Susan: Lo que dices me parece muy interesante. Nunca había pensado en ello, pero creo que tienes razón, es genial. Comprendo ahora que mi interés por la fotografía responde a los mismos motivos: la fotografía es un sistema para inventariar el mundo y también una imagen de la muerte porque fija las cosas, es un recuerdo de la muerte, una anticipación de la muerte, y yo estoy bastante obsesionada por la muerte.

Sánchez Dragó: En El benefactor, sigo citándote, escribiste ―es una cita un poco larga― (lee la cita). Este libro apareció en 1963, y por tanto, por motivos de edad, no podía ser esta una reflexión autobiográfica, ¿lo es ahora, quince años después?

Susan: Tenía treinta años cuando publiqué esa novela. Ahora me siento más joven que entonces a pesar de que he cumplido los cuarenta y cinco, como si estuviese en la primavera y no en el otoño de la vida. Con el paso de los años y la experiencia me he ido haciendo más joven. Lo que dices quizá fuera verdad en esa época, pero no lo es ahora.

Sánchez Dragó: En 1975 dijiste que estabas desbrozando el camino de una tercera novela. ¿Cómo va esa novela? ¿Tienes mucho camino recorrido?

Susan: Sí. Me falta bastante para terminarla porque la interrumpí para escribir mi ensayo sobre la fotografía, un librito sobre el concepto de enfermedad y algunas novelas cortas. Calculo que me queda un año de trabajo porque una tercera novela es por definición algo bastante serio, tiene que superar a las otras dos. Ahora pienso consagrar todo mi tiempo a esta novela.

Sánchez Dragó: Al comienzo de El benefactor hay dos citas. Una, de Baudelaire (lee la cita). La otra cita, ese de Quincy, y dice (lee la cita). ¿Lo onírico es quizá la clave más crucial de tu obra narrativa?. Si la pregunta no te parece impertinente, ¿qué soñaste anoche?

Susan Sontag: Llegué ayer a Madrid desde Nueva York y lo primero que hice fue precipitarme al Museo del Prado para ver otra vez los cuadros de El Bosco. Hace veinte años estuve en Madrid y me pasé dos días enteros en el Prado. Desde entonces no había vuelto a España porque no quería hacer turismo bajo Franco. Pues bien, aquella noche hace veinte años, soñé con los cuadros de l Bosco, que estaba dentro de ellos y cuando ayer los volví a ver me pregunté si soñaría otra vez con ellos, es que hace veinte años esas pinturas me obsesionaban y, efectivamente, anoche volví a soñar con ellas. Se trataba como entonces de una pesadilla, pero menos dramática. Ahora soy más fuerte que hace veinte años cuando escribí aquella novela.

Transcrito por Juan Pinilla en 2024.


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