MORENTE SUENA A GLORIA


Morente suena a gloria

Enrique alcanzó tal nivel de interés, de amor, de profundización en lo jondo que subió diez peldaños por encima de la capacidad artística de cualquier congénere · Todo el flamenco llora su pérdida
JUAN PINILLA / GRANADA | ACTUALIZADO 14.12.2010 - 08:35
Morente y su arte siguen dando vueltas en el devenir de la historia como el mundo que planteaba Heráclito en constante cambio y evolución. Enrique ha sido el último gran creador de la segunda mitad del siglo veinte y el más grande cantaor flamenco que quedaba vivo, para una mayoría de la afición. Una leyenda en vida, ya convertido en mito, cuando todavía resuenan los ecos de su corazón.

Enrique Morente suena a gloria. La gloria es un paraíso, no sabemos si fiscal o imaginario, al que acceden en vida muy pocos. Tras el trance a la muerte, ningún mortal entra en ella salvo en la imaginación de los creyentes, pero los que sí acceden son los inmortales, una especie entre los humanos que en general está compuesta de artistas y seres de personalidad trasgresora. En nuestro caso, los grandes cantaores, bailaores, guitarristas, aquellos que se procuraron a través de ejercicio libre de su arte, un espacio eterno, inmutable, que se ancla en el tiempo, y permanece ahí, balanceándose incombustiblemente en el alma de quienes cierran los ojos para escucharlos.

Instalarse en la gloria mientras el artista vive, por cúmulo de méritos y hazañas artísticas, es una proeza a la que sólo acceden unos pocos elegidos entre los más ingeniosos y creativos. Tal es el caso de Morente, Don Enrique Morente, el "Don", como dice mi maestro Paco Espínola (que produjo, dicho sea de paso, uno de los mejores discos que, para mi gusto, hizo el llorado maestro 'Morente-Sabicas'), precede a la cualidad artística. Morente es una escuela incuestionable y perfectamente reconocible. Es un artista de la historia del flamenco, que deja más de medio libro lleno de páginas en blanco para escribir en el futuro. Enrique Morente alcanzó tal nivel de interés, de amor, de profundización en lo jondo, que, como ya hemos dicho otras veces, llegó a rozar con los dedos a Tío Luis el de la Juliana, el primer cantaor del que se tienen datos. No sabemos si, incluso, conversó con él, pero estamos seguros que la elucubración del genio albayzinero lo trasportó tan atrás en el tiempo, en busca de la verdad, del origen de las cosas y las formas flamencas, que necesariamente, al rozar este terreno del pensamiento y la reflexión, al alcanzarlo y asimilarlo, subió diez peldaños por encima de la capacidad artística de cualquier congénere.

Enrique Morente es, en su obra, un alegato a la esperanza flamenca. Nadie puede negar su incuestionable conocimiento y dominio de los estilos flamencos, ni cómo los dice y se desenvuelve, ya sea en la seguiriya más remota y más primitiva de Triana, donde un Santolio le dice 'Compañerito de mi alma, quédate con Dios', o en el tercio de más rancio abolengo de las Soleares de Cádiz, donde echa un brazo por encima a Paquirri 'el Guanté' y otro a 'El Mellizo', levanta los ojos hacia Aurelio, y nos recuerda que un día fue la alegría de su casa, y ahora no lo pueden ni ver, porque ha 'caío' en desgracia, o que estos 'sentíitos míos', por más vueltas que le daba, más grande es su desvarío.

Esperanza y fe en el cante, en su renovación y en la creación misma. Hay que destacar ineludiblemente la ingente labor que desarrolló en el Homenaje a Don Antonio Chacón con Pepe Habichuela, su gran acompañante. Enrique se convirtió en médico forense con vocación poética. Extrajo el corazón y el cerebro del cuerpo remoto del 'Papa' del cante, y se fabricó un néctar cuyo jugo lo embriagó en un proceso baudelarianamente recreativo. Morente ya había bebido algo de estos caldos a través de Matrona, su gran mentor, y así lo pueden comprobar quienes quieran en sus primeros discos junto a Félix de Utrera o El Niño Ricardo, donde la evocación chaconiana es palpable desde la primera pista que grabó junto Ricardo, en 1967, una malagueña llamada 'grande' de Chacón y que comienza diciendo: "Que te quise con locura, en mi 'vía' negaré'.

Como todo genio, ha sido amado y odiado, envidiado hasta el infinito, y criticado con mordacidad por algunos sectores, Morente, ha sido descrito con muchos calificativos. Quizá uno de los que más se ha repetido al referirse a él ha sido el de revolucionario. En una entrevista que nos concedió a Paco Espínola y a mí en el programa Bis a Vis, nos decía con ese tono de socarronería que siempre le acompaña, que no le gustaban esas etiquetas porque las revoluciones han derramado mucha sangre. Este cantaor por antonomasia, y aficionado numantino por defecto, que ironizaba en la misma entrevista sobre su pertenencia a un 'club de los vagos', donde acudía religiosamente cada día a 'no hacer nada', es por supuesto un revolucionario. Quizá ignore el maestro albayzinero que las revoluciones, aunque los ejemplos que conozcamos hayan sido violentos, procuran, por encima de todo, la búsqueda de un 'hombre nuevo', y es esto precisamente lo que Morente ha logrado en el flamenco: un nuevo modelo de cantaor.

Enrique ha sido siempre un creador. La condición de 'maestro' lleva aparejadas sine quanumlas cualidades de crear, componer, recomponer, saber y conocer. Enrique las poseía todas. Así, podemos hablar, a lo largo de su trabajo, de creación por fandangos (es conocida la anécdota de que el mismo Camarón grabó antes que Enrique sus propios fandangos porque se los había escuchado en algún sitio), alegrías, soleá, seguiriyas y el inconfundible sello del que dotaba a los tangos y las bulerías. A todo esto, hay que sumarle los giros melódicos, los semitonos y la forma de concebir el cante, que introdujo.

Y en él reside el molde 'nuevo': Cantaor ilustrado, trabajador incansable en la búsqueda constante de la música, de la belleza, en dialéctica incesante con el duende, con el silencio del cante, amigo de los poetas, que pone voz a Hernández, Alberti y Lorca, pero también a Pedro Garfias, San Juan de la Cruz, José Hierro, Bergamín, León Felipe o el mismo Leonard Cohen. Un cantaor que con su trabajo ha sido sin duda padre de gran parte de la estética actual del flamenco, que ha marcado un antes y un después, que, él sí, ha sido creador (Fandangos de Morente, Soleá, Seguiriyas, Bulerías, alegrías y Tangos, que han transcendido), que ha llevado el flamenco a sus cotas más altas, que ha cuidado y amado cada tercio de su cante, y, sin duda, uno de los últimos 'Maestros' enciclopédicos con mayúsculas del cante grande.

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