JUAN PINILLA AL CANTE Y LUIS MARIANO A LA GUITARRA
El joven cantaor granaíno Juan Pinilla, ganador este año de la Lámpara Minera, nos salió literato, sensible, pero sobre todo, muy aficionado al cante y exhibió conocimientos casi enciclopédicos de la cultura del flamenco, con los que fue amenizando la noche, que como empezó parafraseando a Tiziano, "empezó a la hora que tiene que empezar el cante", así como "el atardecer es la hora de los pintores".
Tras hacer una declaración de principios en que fundamentelmente resaltó su amor por la literatura, reconociendo que entre sus autores favoritos se encuentran Paco Umbral y Jorge Guillén, comenzó desgranando su repertorio, que a la larga, se convirtió en un itinerario geográfico-flamenco por Andalucía, aunque en el caso de Pinilla, se le nota que lo que le gustan sobre todo son los Cantes de Levante, y por encima de todo, los de Granada. Pero quizás el mayor valor del cantaor es interpretar para su auditorio cantes que están prácticamente en el olvido, y que la verdad, da gusto escuchar. Algo más flojo por Sevilla, se le ve que disfruta con la Mariana, con la que empezó la actuación, dejando clara cuál iba a ser su linea: los cantes antiguos. Continuó con una Granaína, en la que demostró contar con un buen instrumento vocal y manejo de la técnica y de la modulación de la voz, y continuó por la Caña, con ilustraciones históricas de vez en cuando de lo que iba a ofrecer. Le siguió una composición del maestro granaíno Enrique Mejías, con evocaciones morunas y una especie de zambra con tangos sacromontanos con letras populares de Granada y algunas de Miguel Hernández dedicadas a Federico García Lorca.
Y llegó uno de los momentos álgidos de la noche, la Farruca, aplaudida con entusiasmo por el público. Inició la segunda parte del recital con unos Cantes de Trilla o de labor, también con ecos antiguos, como él dijo, los ancestros del cante con "ecos cortijeros". Continuó con la Malagueña de Chacón y la de la Peñaranda y anunció un amplio recorrido fandanguero por las zonas más señaladas: así fue, y fue interpretando fandangos de Almería, de la costa de Granada de Vélez-Málaga (con evocación a la figura de Juan Breva y un recuerdo inequívoco a verdiales), cantó la Jabera, de Málaga y siguió por Córdoba y Lucena (unos de los fandangos más antiguos), para terminar esta fase por Granada.
Y haciendo honor a la Lámpara Minera cantó la Murciana del Chato de Valencia, un Fandango Minero (cante apenas escuchado) y la Levantica. "El cante no es alegría; el cante es decir las penas que se tienen escondías", fue una de sus citas, o esta letra del Fandango Minero afortunadamente recuperada:
"Dijo en una reunión
el Rojo el Alpargatero
soy el que canta mejor
cuando quieras lo demuestro
soy el Gallo de la Unión"
"Dijo en una reunión
el Rojo el Alpargatero
soy el que canta mejor
cuando quieras lo demuestro
soy el Gallo de la Unión"
Del dramatismo minero pasó a las Cantiñas de Cádiz (ay, Cádiz, los Carnavales, ¿eh, Mario?), cantes mucho más festivos como el Mirabrás o las Cantiñas de Sanlúcar, y a petición del público interpretó Soleares de Triana, para finalizar con Granada, siempre Granada. La Soleá de Silverio se la peleó de corazón, y ya en la recta final, sucesión de Fandangos de Huelva (con recuerdo a Paco Toronjo), acordándose también de la Paquera de Jerez. El remate fueron unas Bulerías, con lo que finalizó su particular recorrido por el mundo del flamenco. Juan Pinilla es un entusiasta del flamenco, y en su interpretación juega un papel muy importante su gesticulación, su ímpetu, su expresividad. Transmite al público su entrega y devoción, y su amor por el cante jondo, y demostró estar en buena sintonía con el guitarrista Luis Mariano, a quien conoce desde hace tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario